domingo, julio 27, 2008

PIRATAS

Amor mío: algo anda mal. El barco, la tripulación, este mar. Perdimos el rumbo hace cientos de años y no logramos regresar al curso original, al plan trazado, a las coordena­das escritas sobre el mapa en aquel puerto del que zarpamos una tarde, una noche, una mañana, cuando el parche todavía cubría bien y la pata de palo nos ayudaba a mantener­nos en pie, aunque más no fuera bailando en una pata (de palo). Los tiempos han cambiado y las termitas están cada vez más difíciles de combatir.

El garfio está oxidado. Se acabó la pintura antióxido y no recuerdo que hayamos subido alguna lata a bordo cuando embarcamos. Tal vez sea un engaño de mi frágil memoria, tan perdida como aquel esquife en el que abandonamos a Urkus y los suyos cuando pretendieron amotinarse blandiendo libros como armas contra nuestros teléfonos inhalámbricos, encabronados como estaban porque decían que los talks shows no son tan buena droga como un pinchazo de cafeína, que deja una resaca que te hace rezar toda la noche de espaldas al Océano Pacífico.

¡Buitres a babor!. Pero...¡tienen trajes, corbatas y reciben órdenes en un aparato que llevan colgado del cinturón!. "Masá­crenlos" reza el último mensaje que han recibido. "Pídanle todas las boletas de impuestos y clausúrenles el bote". Con una hábil y rápida maniobra de escape, una de esas maniobras que solo quienes hemos estado tanto tiempo en altamar podemos hacer, nos escabullimos, al menos hasta la siguiente moratoria.

El clima está enrarecido. Todos se quejan por la música, pero amor mío ¿qué culpa puedo tener si hace tanto que no pasamos por una buena disquería?.

Hemos llegado al meridiano 360º. Pero no volvimos al principio: le siguió el 361º; luego el 362º y así. Algo está mal con esta brújula. ¡Por las barbas del Capitán Nemo!. ¡Te dije que no la compraras en aquel local, que siempre andan de estafa los muy canallas!.

- Son 2 dólares - dice el empleado de algo llamado boya peaje.

- ¿Dólares? - pregunto. No conozco tal palabra.

- Dólares o pesos. Es lo mismo - aclara. Este dato no me sirve de gran ayuda.

- ¿Doblones acepta? -. El tipo pone cara de fastidio.

- Jefe: ¿aceptamos doblones? - dice hablando por un radio.

- No - se escucha una voz que carraspea.

- No - me repite el empleado. Nos dice que debemos tomar la ruta larga. No sabemos cuál es, pero igual la tomamos.

¡La pata cruje!. ¡Bichos del Infierno!. ¡Carcomen la madera, criaturas del Averno!. ¡Por Neptuno!. ¡Carguen los cañones que acabaremos con ellos! (alguien me golpea el hombro mientras dice "capitán, capitán, así no se combate este tipo de insectos". Lo dice con tanta humildad y sapiencia que acepto su consejo y decido no atacar la pata de palo con semejante artillería pesada).


Amor mío: desde el puente, tenemos un paisaje único por su belleza e incomparable por lo monótono. El horizonte está lejos. Pero creo que podremos alcanzarlo. Las velas no serán problema. Las repararemos como hemos hecho tantas veces. Seguirán hinchándose con el viento como lo hacen desde un tiempo tan pero tan largo que ya ni recuerdo cuanto las pagamos. En algún cajón estará la factura. ¡Mandémosela a nuestro contador, por mil tormentas!. Seguro son deducibles de nuestras ganancias.

El teléfono no suena. La tripulación está consternada y a mis comandantes preocupados. Esperamos noticias de nuestros familiares. Entonces nos percatamos que desde hace mucho tiempo no pagamos y tal vez nos hayan cortado la línea. Es que por estos mares no hay bancos donde podamos cancelar nuestras deudas.

Diario del capitán.

Bitácora del barco.

Agenda del viaje.

Guía del estudiante.

Apuntes de la travesía.

Anotación 12-EEE-53 (encriptada): anoche nos cruzamos con sirenas. Pero éstas sirenas no nos atraían con su canto sino que nos espanta­ban con su ulular. Eran los guardacostas. ¡Pretendían abordarnos!. Seguro buscaban drogas. Nos iban a despanzurrar el bote. Con una veloz maniobra logramos esquivarlos, no sin antes cargarnos a una lancha a la que le pegamos un certero cañonazo en la sentina, acabando con todos los tripulantes por el tufo y la pestilencia. Después andan hablando de la ecología.

Anotación AbCd-+++%-%/CCC (encriptada): hoy vimos a Yolander navegando en su nuevo barco. ¡Viejo lobo de mar!. Ya no tiene "El Zargazo". Ahora pilotea un yate con 6 motores que navega como los 1000 diablos. Bailaba en cubierta rodeado de mujeres rubias que no tenían ropa y tomaban una bebida espumante. ¡Qué contento se puso cuando nos vió!. Pero pasó tan rápido a estribor que por poco y nuestra embarcación no da una vuelta campana. ¡El muy ladino!. ¡Aquella nave levantó tal oleaje!. ¡Diantres!. Ahora la tripulación se niega a seguir desplegando velas. Alegan que al menos tienen derecho a una vuelta gratis en jet ski.

Anotación 666-LUZ-Y-FuERza (endiablada): esta altura del mes y no pagamos la cuota del seguro. Espero que no suceda nada. Las finanzas no están como para andar haciendo gastos extras.

Anotación 5B-paralela (encriptación doble): un poli quiso hacernos la boleta. Pero logramos sobornarlo a tiempo. Aceptó una pata de jamón que teníamos guardado en la bodega desde 1821.

Anotación XXX-XXXX-XXXX (entubada): ayer Gígive gritó "¡Tierra, tierra!". Todos fuimos hacia la barandilla de estribor. Pero no vimos nada. Entonces Gígive exclamó nuevamente "¡Tierra, tierra!". Corrimos hacia babor. Pero tampoco vimos nada. "Señor Gígive, ¿ha dicho usted Tierra?" pregunté. "Si señor. ¡Tierra!. Este puesto ¡es un verdadero asco!. ¡Está todo sucio!" contestó Gígive. ¡El muy marica!. No le mandé al carajo pues ya estaba allí. En cambio lo castigué de la siguiente manera: debía correr por cubierta gritando a toda voz "yo no lo voté, ¡juro que no lo voté!" mientras la tripulación le contestaba a coro "no te creemos, no te creemos. Tu si lo votaste así que ¡jódete cabrón!". El castigo resultó ser ejemplar.

Anotación H.I.V. (Hastiados de Izar Velas) (encriptado): la rotisería de a bordo está sirviéndo unos platos que apestan. Todos sabemos como funcionan estas cosas: cuando recién abren la comida es maravillosa. Pero luego de un tiempo empiezan a vender rata en vez de conejo, gato por liebre, las gaseosas no tienen gas, rebajan los jugos con agua, achican las porciones y cobran lo mismo, y a la pizza de roquefort le ponen parmesano. ¡Cómo si no pudiéramos reconocer la diferencia entre los dos malditos quesos!. Junto con los oficiales y la tripulación decidimos boicotear el mal servicio yendo a otra casa de comidas. Pero la medida no surtió efecto: a bordo no hay más rotiserías que esta y tuvimos que volver con la cabeza entre las piernas y la cola gacha a comprar nuestros alimentos allí. Ahora comprendo todo el peso de la palabra "monopo­lio".

Amor mío: este viaje no es lo que esperaba. Algunos marineros están sumamente fastidiosos. Mis comandantes murmuran a mis espaldas. Algo se traen entre manos. Puedo olerlo en el aire como el olor hediondo que despido. Hace meses que no me baño. Y sigo sin conseguir un buen champú para combatir esta caspa que me trae loco.

Acabamos de pasar una boya con un cartel que decía "Buenos Aires: 1050 millas marinas". Pero no nos desviamos. Algunos de mis hombres son ingleses y se pusieron furiosos cuando les comentamos la idea de ir para aquel puerto. Comenzaron a hablar de la "Mano de Dios" y otras cuestiones religiosas que no logré comprender del todo bien.

¡Hoy estamos de suerte!. Allí enfrente hay un Mc Donalds en una plataforma petrolera abandonada de la Exxon.

¿Dije suerte?. Las hamburguesas eran espantosas. Las papas fritas estaban crudas. Las gaseosas sabían rancias. La atención era pésima. Los precios cambiaban según la cara de quién ordenaba. ¡Imagínate!. Ante semejante dislate quisimos irnos sin pagar y los guardias de seguridad nos molieron a palos. Luego nos dimos cuenta porqué el servicio era paupérrimo: la concesión del lugar la tenía un argentino.

Esto de ser pirata me tiene un poco cansado. Quisiera volver a casa, sacarme estos ridículos ropajes y tirarme en el sillón a leer el diario, fumar un buen puro de esos que tengo guardados en mi camarote mientras tu me acaricias y me sirves té. Tal vez ya esté un tanto crecido para andar de correrías. Además este año fue un completo desastre. ¡No logramos abordar ni una sola embarcación como la gente!. ¡Por los siete mares!. Estuvimos tanto tiempo sin hacer ni un abordaje que el día que alcanzamos un barco la mitad de los hombres se estrelló contra el casco de la nave que asaltábamos. Era un crucero y los pasajeros aplaudían creyendo que hacíamos un acto circense. ¡Por Dios!. ¡Como no iban a confundirse si los atacamos en pleno carnaval!. ¡Maldición!. ¡Ni siquiera llegué a gritar "¡al abordajeeeeee!" porque el idiota de Skyriu, apestoso sordo, creyó que había dado la orden de atacar, se lanzó y atrás fue todo el maldito rebaño. La próxima vez usaré un megáfono. Y antes del abordaje, a concentrar toda la noche.

Amor mío: estoy cansado. También desilusionado. Ya no soy aquel viejo lobo de mar. ¡Ni Moby Dick me resulta un libro tan entretenido como me resultaba!. La única película que llevamos a bordo es "La caza al Octubre Rojo" (deseché, por obvias razones, traer "La Sirenita") y tanto los hombres como yo estamos hartos de verla. Una buena noticia: tenemos tono de nuevo. Pero el teléfono sigue sin sonar. Tu no me llamas, no tengo noticias de ti y me pongo como loco; y ya sabés lo que pasa cuando me pongo así. Fijate sino cuanto llevo navegando y esta brújula cada vez funciona peor.