miércoles, enero 19, 2005

EL CUADRO

- Tiene el rostro como...de paz, ¿no? -.

- Ajá - dijo Ramirez mientras seguía escribiendo en un talonario con una lapicera de cartucho a tinta.

- ¿Shaeffer? - preguntó Bruno curioso -.

- Si, ¿cómo sabías? -.

- Son...eran mis favoritas. Ahora escribo casi siempre con birome. Es raro encontrar alguien que le guste laburar así con lapicera -.

- Si. Te entiendo -.

- Y las Parker nunca me gustaron. Esa punta alargada que... -.


Ramirez señaló a la mujer con su lapicera.


- Dale - dijo.

- Si, si. Disculpame - -.


La mujer estaba acostada en su cama. Parecía dormida, tapada con una sábana y una frazada. Hacía frío en aquel lugar, la ventana abierta, el viento entrando, un día de sol otoñal, con las hojas de los árboles tapando las veredas. Ella habrá tenido frío cuando se acostó por última vez.


- ¿Qué opinás? -.

- No se. No veo pastillas. No huelo gas. No veo restos de drogas ni medicamentos ni bebidas alcohólicas. Está todo muy ordenado, muy limpio, casi brillante - resopló. - ¿Cuánto tiempo llevará acá? -.

- La vecina la encontró hace 3 horas más o menos y llamó enseguida -. Se acercó y la estudió de cerca. - Diría que de 8 a 10 horas, ¿te parece? -.

- Puede ser -.


Ramirez se quedó mirando a aquella mujer. Era hermosa.


- Hermosísima - murmuró.

- ¿Cómo? -.

- Digo...era...bonita, ¿no? -.


Bruno se levantó, dió un paso atrás, miró el rostro, observó las curvas que se adivinaban bajo la frazada, el pelo lacio, castaño, la piel de los pómulos, los ojos verdes bien abiertos, mirando el vacío, la nariz y los labios rojos, gruesos, sugerentes. Volvió a arrodillarse.


- Vamos a echar una mirada - dijo y descorrió la frazada junto con la sábana.


Se quedaron boquiabiertos. Estaba en ropa interior negra, lencería erótica. Un cuerpo espectacular. Unas piernas contorneadas, firmes. El abdomen trabajado. Los pechos grandes, naturales, nada de cirugías.


- Por Dios -.

- Ajá -.

- Lástima, ¿no? -.

- ¿Por? - preguntó Bruno mirando a Ramirez.

- No se...Digo...Lástima que se murió... -.

- Lástima, ¿por qué lástima? -.

- Digo...tan bonita que es...que era...mirala...está refuerte...es taba... -.

- Estaba. A ver si entiendo: si hubiera sido una gorda fea y desagra dable, o una enana con mal aliento, o une veterana gastada, no se, lo que vos quieras, ¿no te habría dado lástima? -.


Ramirez no contestó. Se quedó mirando a Bruno como diciéndole "deja te de joder".


- No, no, dale - inquirió Bruno. - Explicame - terminó mientras se paraba. – Porque otras veces que encontramos minas muertas, mujeres que murieron más feo que esta, que al menos parece que murió tranquila, nunca dijiste nada. Ni un “mala suerte” ni un “lástima” ni un “qué pena”. Pero apenas destapo a esta... – dijo señalando el cuerpo con las dos manos.

- Nada. Nada – se justificaba. – Nomás si...Si hubiera estado viva - hizo una pausa, como
pensando qué contestar - ...me habría gustado conocerla. A una gorda fea no se, supongo que no. A una enana...a cualquier mina con mal aliento seguro que no. Las veteranas no me gustan. Prefiero las pendejas y... -.

- ¿Suponés? -.


Ramirez inspiró profundo. Conocía muy bien a su compañero. O al menos eso creía.


- No, no me hubiera gustado conocerla. No me gustan las gordas ni...bueno, ya sabés - hizo un silencio mientras inspiraba - Ni las feas -.

- A mi tampoco -.


Ramirez lo fulminó con la mirada.


- ¿¡Entonces para qué mierda me rompés las pelotas!? - dijo y volvió a sus anotaciones en el talonario.

- Quería estar seguro que no laburo con un racista – dijo. Dio otro tirón a las sábanas y terminó de destaparle los pies a la mujer. - Mirala bien - señaló Bruno. - Mirá lo que era esta mina -.
Se relamieron los labios.

- Bárbara -.

- Bombón -.

- Te quedaste cortina: bombonazo. Que digo bombonazo... ¡super bombón! – gritó imitando a un relator de fútbol.


Rieron un poco.


- Si, espectacular -.

- ¿Cuántos años? -.

- La vecina dice que 25 -.

- 25 años -. Bruno seguía mirándola, estudiándola - 25 - repitió -.

- Lástima - dijo de nuevo Ramirez.

- ¿Otra vez? -.

- Ja...es que me hubiera encantado conocerla en otras...circunstancias, ¿no? -.
- Circunstancias...¿y en qué otras circunstancias que no fueran estas o en una morgue podrías haber conocido vos a un minón infernal como este, no se, a una mina que perfectamente podría haber desfilado con Valeria Mazza y Naomi Campbell, desfilar con ellas y... – miró de vuelta a la chica - ...y opacarlas? -.

- Bueno...tampoco me subestimes -.

- No, no. Yo no te subestimo -. Bruno se sacó los guantes de goma y los metió en uno de los bolsillos del saco. Sacó un par nuevo de un bolso que estaba en el piso y se los puso. - Pero no es el tipo de mujer que suele frecuentar los lugares donde andan los policías de cuarta que ganan dos mangos como nosotros, ¿no? -.

- Y... -.

- Dale...decilo -.

- Y, no, la verdad que no -.

- ¿Entonces?. ¿Te sigue dando lástima? -.


Ramirez se volvió hacia el cuerpo. Casi se babeaba.


- Dale...vamos a buscar -.

- Vos de este lado y yo de aquel -.

- Hijo de puta, querés verle el orto antes que yo -.

- No. No me hace falta. Ya me lo imagino y debe ser una cosa única -.

- No se...Todavía no lo vi - dijo Bruno y rodeó la cama. Ramirez lo acompañó.

- Mamacita - murmuró al llegar al otro lado.

- Por favor...Que desperdicio de carne argentina de primera -.

- ¡Ajá!. ¿Ves?. Sos retorcido guacho. A vos también te da lástima -.

- Eh...y claro hermano, ¿cómo no me va a dar lástima?. Mirá lo que es eso -.

- Veo veo...No dejo de verlo -.

- Es una gran pérdida para la raza humana toda y para los varones en particular -.


Se quedaron atontados ante aquella vista. Bruno sacudió la cabeza para despejarse.

- Dale...habría que laburar, ¿no? -.

- Ajá...esto es lo bueno de ser medio jefe, ¿no?. Digo...le decís a todos "nosotros nos hacemos cargo" y nadie más te jode y te quedás solo y sin segundones molestos que te corten el mambo y podés disfrutar todo lo que se antoja -.

- Sip -. Se quedó pensando unos segundos en lo que había dicho su compañero. – Perdón, pero ¿dijiste “disfrutando” en referencia a nuestro trabajo? -. Sonrió.


Ramirez dió un tirón a la frazada y la sábana, las sacó del todo y las dejó a un costado, sobre una silla.


- Tela de primera. Mirá la calidad de estas sábanas – dijo mostrándoselas a Bruno.

- Si. Ya lo había notado. Mi ex-mujer se moriría si las viera. Deben ser importadas -.


Bruno buscó la etiqueta en la sábana.


- Italianas. De Milán -.

- Guau...Preciosa y con plata -.

- Con mucha, porque para tener estas sábanas, me late que tenés que tener resto. Digo, porque tener estas sábanas si no tenés para comer no me suena muy... -.

- Resto. Si. Mucho resto. Cosa que yo ya no tengo, ni resto ni falta al resto ni truco ni nada, ni para mentir tengo, ni un miserable envido de 20 tengo -.

- Cuanta carne desperdiciada - volvió a comentar Ramirez.

- Si -.

- Aunque no sabemos -.

- ¿Qué no sabemos? -. Bruno iba metiendo lenta y meticulosamente sus manos debajo del cuerpo, buscando, viendo si había algo, revisando a conciencia. Ramirez no contestó.

- ¿No sabemos qué? - preguntó Bruno de nuevo.

- Que se yo...por ahí...por ahí – dudó. – Por ahí estamos asumiendo que esto – dijo señalando el cuerpo con ambas manos – es un desperdicio para los varones y que se yo...de repente no le gustaban los hombres -. Hizo una pausa y miró a Bruno. - Por ahí era lesbiana -.


- No seas aguafiestas -.

- Bueno...pero perfectamente puede ser...haber sido lesbiana, ¿por qué no? -.

- ¿Tan...fuerte y lesbiana? -.

- Si. Obvio. ¿No me vas a decir que sos de los que creen que las lesbianas son siempre unas machonas desagradables que andan por ahí vestidas con botas de cuero negras, remera de camionero y modales de villero? -.

- ¿Qué?. ¿No son así todas las lesbianas? - contestó Bruno haciéndose el sorprendido. – ¡Acabás de cagarme la vida! - exageró con una sonrisa mientras seguía revisando.

- No seas boludo -. Ramirez palpaba el cuello de la mujer.

- ¿Nombre? -.

- Eh...no se...Adriana algo - dijo. Dejó el pelo de la mujer y buscó en su libreta. - Adriana Sverova. Búlgara. Hija de búlgaros -.

- Búlgara -.

- Búlgara - repitió Ramirez.

- Vamos a correrla para este lado -.

- ¿Para ese lado? -.

- Si. Para este. Quiero revisar bien el colchón. Quiero revisar bien la almohada, desarmar la
cama, todo. Quiero estar seguro -.

- Se suicidó -.

- ¿Está seguro Señor Juez? -.

- Sin dudas. Caso cerrado. A la cuenta de 3 -.

- A la cuenta de 3 -.

- 1, 2... -.

- ¡Pará, pará! -.

- ¿Qué pasa? -.

- Los del laboratorio ¿ya sacaron fotos? -.

- Supongo que...si...si...sino nos hubieran dicho que esperáramos... -.

- Mejor estar seguros -.

- Bueno...esperá...creo que si, deben haber...aguantá que confirmo. ¿Piti?. ¿Piti, me copiás? -.


Chasqueó la radio.


- Si, te copio, ¿qué pasa? -.

- ¿Me confirmás si los de laboratorio ya sacaron las fotos del cuer po de la mujer? -.

- Dale. Dame un segundo. Cambio -.


Se quedaron esperando. Ramirez se puso a estudiar la decoración del dormitorio.


- Tenía buen gusto, eso seguro -.

- Si. Mirá. Aquel es un Kandisky. Y este de acá - señaló a la pared más cercana a él - es un Miró. Serigrafía supongo -.

- Ah...mirá vos. No se, yo de pintores no entiendo nada. Hablaba más del cuadro general, ¿no?. Los muebles, la sobriedad, los colores, como combina todo -.

- Si. Buen gusto. El resto de la casa también... -.


Sonó la radio.


- ¿Ra...rez...me...as? -.

- Si, Piti, mal, te copio mal, ¿cambio? -.

- Si me...ás mal...boratorio ya...las fotos -.

- Repetí Piti, repetí que te copio mal -.


Bruno se acercó a estudiar el Kandisky.

- Es...rá que me...ver de ac...si cap...mejor -.

- Dale. Espero. Cambio -.


Pasaron unos segundos de estática.


- ¿Ahora me copiás bien? -.

- Si Piti. Dale. Cambio -.

- Los de laboratorio dicen que ya sacaron todas las fotos que necesitaban. Dicen que laburen tranquilos con el cuerpo. Y que guarden algo para ellos. Y que si quieren, les hacen unas copias para sus – hubo una pausa de ruido con interferencia - ...”archivos pergsonales” – dijo en falso castellano hablado por un francés.

- Muy graciosos Piti. Muy cómicos. Fuera -.

- Fuera - contestó Piti entre sonrisas.


Ramirez se quedó mirando a Bruno que seguía estudiando el cuadro con detenimiento.


- ¿Sabés algo de eso? -.

- Poco. Un amigo mío sabe mucho más que yo y cada tanto me explica. Este era austríaco -.

- ¿Quién? - preguntó Ramirez mientras le hacía una seña a Bruno para que volvieron a tomar el cuerpo para moverlo. - A la de 3 -.

- Si. Dale -.

- 1...2...3 -.


Movieron el cuerpo hacia un costado de la cama.


- Qué gomas bárbaras -.

- Si. Que bueno poder chupárselas...digo...que bueno debe haber sido chupárselas... -.


Se miraron una fracción de segundo, pero apartaron la vista con culpa y siguieron buscando, estudiando cada centímetro cuadrado del colchón con el mayor de los detenimientos posibles.


- Vos... - dudó Ramirez - ¿vos lo harías? -.

- ¿Qué cosa? - dijo Bruno sin levantar la vista del colchón.


No hubo respuesta. Bruno miró a Ramirez. Le hizo un gesto como "dale que vos sabés".


- ¿Qué...cosa...preguntás? -.

- Eso...toquetearla...aunque... - y señaló con los dedos el cuerpo. Ramirez miró el cuerpo de nuevo.

- Nunca lo hice -.

- ¿Pero nunca...se te ocurrió?. Digo...capaz que alguna vez sentiste la...no se cómo
decirlo...¿tentación? -.


Ramirez se sacó el par de guantes, los guardó en un bolsillo del pantalón, se agachó donde estaba el bolsito, sacó un par nuevo y se los puso. Sacudió la cabeza un par de veces y volvió al trabajo. Bruno toda vía lo miraba.


Ramirez suspiró.


- Si, claro que si... -.

- ¿Si qué?. ¿Si se las chuparías igual, ahora que está ahí, fiambre, fría, dura, muerta, rigor mortis?. ¿O si, alguna vez sentiste la tentación de hacerlo? -.


Ramirez apoyó las manos sobre el colchón y se quedó mirando la pared.


- Si, tuve la tentación. No se si se lo haría a esta. Aunque te digo, es el mejor cadáver con el que me tocó trabajar en mi vida -.

- A mi también. De eso no hay dudas -.


Se hizo otro silencio que duró unos segundos. Cada tanto se escuchaba el paso de algún auto. Aquella era una calle tranquila.


- Ahora dale vos -.


Bruno miró por la ventana. Después volvió a mirar a la mujer.


- A esta...creo que hasta le doy -.

- ¿Si? -.


Brunó dudó.


- Nunca lo hice, pero si tuviera que empezar, esta está bárbara -.

- Y, si, eso si -.


Volvieron a trabajar en el colchón y las almohadas.


- Bueno...Te cuento de...Alberca...¿lo conocés a Alberca? -. Se rascó la barbilla. – Si, vos a Alberca lo conocés -.

- No – contestó sin dejar de trabajar. – No lo conozco -.

- De la 22º -.

- No, no -.

- Si que lo conocés hombre. Lo vimos una vuelta... -.

- ¿Dónde? - se sacó los guantes. - En el colchón no hay nada -.

- La vez del incendio en la casa esa en... - -.

- ¿Incendio?. No me acuerdo. ¿Qué incendio? -.

- El incendio, una familia entera...una familia se murió carbonizada...Los dos pibitos – hizo una seña con la mano como de enanos – Una familia entera...¿en-te-ra...que-ma-da? -.


Ramirez miraba a Bruno como diciéndole "no se de qué carajo me estás hablando".


- Dale...¿cómo puede ser que no te acuerdes? -.

- No se cuál es el problema, si lo vimos una vuelta, si lo conozco, si no lo conozco, si me lo cogí o si sale con mi hermana. Contame lo que tengas que contarme y listo -.

- Bueno...tampoco era para tanto... -.

- ¿Qué cosa? -.

- Digo, no hace falta que te enojes -.

- No me enojé. Contame. Nada más -.

- Bueno...Las mesitas de luz -.

- Las mesitas. Si - Ramirez se puso un par de guantes nuevos. - Po dríamos llamar a los de la morguera para que vengan a buscarla -.

- Hablando de la morguera, al final no te conté de Alberca -.

- El dichoso Alberca. Dale, contame - dijo Ramirez mientras abría el cajón de una de las mesas de luz.

- El dichoso Alberca. Una vuelta que estaba con él en la camioneta, volvíamos para el Departamento, me contó de una pendeja de 15 años que se suicidó con pastillas que estaba fuertísima y bueno, la fueron a buscar, y en cuanto la subieron a la morguera... – Ramírez miró a Bruno que se había callado. Este movió la cabeza de costado. – En cuanto la subieron... le dieron entre los tres canas que iban... -.


Ramirez hizo un gesto de “no te puedo creer”.


- Son tan cabeza -.

- Si. Se fueron a los bosques antes de ir a la morgue, y le dieron uno cada vez. El sargento se la dió por la boca. Le acabó y todo el hijo de puta -.

- Hijos de puta -.

- Si. Y otra vuelta...esto me lo contó Alberca también...otra vuelta se muere un puto, lo matan en un asalto en su departamento y lo encuentra el amante o el novio o el ex, no se, un afeminado de 23 años, bailarín clásico o algo así, imaginate -.

- ¿Qué me imagine qué? – preguntó Ramírez.

- Nada. ¡Lo trolo que era!. Eso imaginate... -. Se calló. - ¿Puedo seguir?. – Tomó aire. – Empieza el marica que quiero ir con él, quiero ir con él les decía, y que no, que no podés venir en la morguera. Al final lo hace subir este Alberca y le dice mirá que te estoy haciendo un gran favor, que esto no se puede hacer, y dale, dale, tranquilizate, que tu novio esto, lo otro, no estés así, que no, que no era mi novio, que había sido, y entonces porqué llorás, que pin que pan, otra vez para los bosques, y el puto que termina haciéndole una fellatio del carajo a Alberca y Alberca que le termina...bueno, eso, en la boca y que le saca el teléfono y Alberca que me dice “no sabés cómo chupa la pija esa puta” y “tomá el fono que cuando quieras, la das, un culito precioso” blablablabla -.

- Buen muchacho tu amigo -.

- No es mi amigo. Lo conozco, nada más - dijo sonriendo.

- Si, claro. Seguí laburando, dale, que sino nos vamos a ir mañana de acá -.


Bruno revisó la otra mesita de luz.


- Acá no hay nada raro -.

- Acá tampoco -.


Miraron alrededor del cuarto. Faltaba chequear los placards. Y la cómoda.


- Si fue suicidio, ¿por qué no hay nota?. ¿Por qué no encontramos una nota? - preguntó Bruno mientras abría las puertas del placard. - Yo este lado, vos aquel -.

- Te dicen el tonto, ¿no? -.


Bruno sonrió. Abrió el primer cajón y se quedó duro.


- Uf...esto va a ser muy...difícil... -.

- ¿Qué pasa? -.


Bruno levantó una bombachita blanca con volados entre dos dedos de una mano.


- Es toda la ropa así -.


Por la cara de Ramirez se notaba que estaba haciéndose la película de su vida. Los dos miraron el cuerpo de nuevo. Siguieron revisando. Bruno comenzó a revolver cajón por cajón, deteniéndose ante cada nuevo hallazgo de ropa sexy.


- Mirá -.


Ramirez sacó tres perchas juntas. Blusas transparentes, faldas cortas y pequeñas.


- ¿Sería gato? -.

- No se -. Contempló la ropa en el placard, los zapatos en el piso. - No se, pero acá no vamos a encontrar nada -. Cerró las puertas y se sacó los guantes. - La nota... -.


Bruno se quedó mirándolo.


- Si. La nota. Decías -.

- Ah...perdón. Digo, la nota...que se yo, puede haber dejado algo en la computadora, un mensaje en el contestador automático, una carta que echó en el correo y todavía no la recibió la persona indicada, un e-mail. Hay mil posibilidades -.

- Si. Mil. ¿Y ahora? -.


Ramirez se puso las manos en la cintura.


- Ahora... - caviló - no se...llamá a alguien que venga con unas bolsas y se lleve todo esto para el laboratorio - dijo señalando las sábanas y las frazadas y las fundas de almohadas.

- ¿Y ella? -.

- ¿Ella qué? -.

- ¿Primero esto y después vemos? -.


Ramirez asintió. Bruno fue hasta el living.


- ¡Gimenez, vení! -.


Bruno volvió al cuarto con Gimenez.


- Gimenez, él es Ramirez -.

- Si. Ya se. Hola - saludó seco Gimenez.

- ¿Qué tal?. Vos estabas de guardia en la puerta -.

- Si -.

- Volvé allá - ordenó Ramirez. Miró a Bruno. - No podés sacarlo de ahí. Conseguí a otro -.


Bruno no entendía. Miró a Gimenez pidiendo disculpas.


- ¿Y yo qué tengo de malo? - preguntó Gimenez enojado.

- Dale Bruno. Llamalo a Piti. O bajá y conseguí a alguien más -.

- Pregunté que tenía de malo yo - Gimenez dió un paso hacia Ramirez.


Ramirez miró a Gimenez de manera fulminante. El otro se clavó donde estaba.

- Nada. No tenés nada de malo. Nomás que no podemos sacarte de tu puesto de guardia -.

- Ah, si, la guardia, que importante. Cosa grandiosa. Cuidar la puerta de este... -.


Gimenez se quedó de una pieza. Acababa de prestarle atención a la mujer.


- Guau - fue todo lo que dijo.

- Gracias Gimenez. Volvé a tu puesto -.


Cara de culo de Gimenez.


- Disculpá - dijo Bruno.


Gimenez se fue para el living, no sin antes echarle otra mirada al cuerpo de la muchacha. Ramirez se acercó por atrás de Bruno y le dió un cachetazo en la nuca.


- ¡Eh!. ¿Qué hacés animal? - protestó mientras se acomodaba el pelo.

- Vos no sos más...¡boludo! porque no podés, ¿no? - se enojó Ramirez.

- ¿Qué, qué?. Si no hice nada de malo -.

- Nabo. ¿Qué, vos no sabés? -.

- ¿Saber qué, qué mierda tengo que saber? -. Bruno se rascaba la nuca. - Che, dolió eso -.

- No seas cagón. No fue para tanto -.

- ¿Y qué tengo que saber? -.


Ramirez se asomó al pasillo que llevaba al living para asegurarse que Gimenez no estuviera ahí. Volvió al dormitorio y entornó la puerta.


- ¿Seguro que no sabías nada?. Porque alguno por ahí hizo correr el rumor...Y yo no te lo conté ni a vos -.

- No, no se de qué me estás hablando -.

- Bueno...Me cogí a la mujer de Gimenez. Llevo como un mes dándole masa -.

- ¿Eras vos? -.

- ¿¡Cómo si era yo!? -.

- No se, escuché que Gimenez no estaba seguro pero creía que la mujer se estaba encamando con otro tipo y no sabía y creía que podía ser un cana...esas cosas, chusmerío de seccional -.

- Puta -.

- No te preocupés, yo no se lo voy a contar a nadie -.

- Obvio. No se para que me lo aclarás -.

- Por nada. Para que te quedes tranquilo -.

- Tranquilo, estoy tranquilo. ¿Seguimos laburando? -.

- Si, dale. ¿Llamo a los de la morguera? -.

- Y, si. ¿Están abajo esperando o tienen que venir? -.

- Ni idea. Aguantá que confirmo. ¿Piti?. Piti, ¿me copiás? -.


Ramirez empezó a recorrer el resto del departamento. El otro dormitorio, convertido en escritorio, con computadora completa (scanner, cámara, impresora, palm top, todos los chiches). El baño, blanco, impoluto, brillante, con aroma a limpio; el living, video, dvd, tv de 33 pulgadas, equipo de audio, casetera, radio, bandeja de cd, todo marca Harman-Kardon.


- Esta hija de puta sabía lo que compraba -.


Cuadros y más cuadros. El ventanal que daba a un balcón terraza repleto de plantas bien cuidadas, verdes, frondosas, hermosas y...


- Disculpe -.


Ramirez se sobresaltó.


- Disculpe. ¿Cómo le va Ramirez?. Bernetti. Me llamaron para que venga a llevarme algunas cosas. Traje unas cuantas bolsas -.

- Ah, si - Ramirez seguía inmerso en sus pensamientos. - Si, pasá, pasá. Es por allá - y señaló hacia el pasillo que daba al dormitorio.

- Gracias. Permiso -.

- Te acompaño -.


Cuando Bernetti llegó al cuarto se repitió la misma escena que con Gimenez. Atrás venía Ramirez.


- Qué pedazo de mina - comentó Bernetti.

- Ajá -.


Se quedó unos segundos mirando el cuerpo. De golpe se despabiló.


- Perdón. ¿Qué empaqueto? -.

- Todo esto de acá, esto, las sábanas, frazadas, todo lo que está en las mesitas de luz. Llevate todo eso y después volvé por la PCU -.

- ¿La qué? -.

- La computadora -.

- Ah, si, claro. La computadora. Me llevo todo. Bueno...ustedes sigan con lo que estaban haciendo. Yo termino enseguida - dijo, echó otra mirada a la mujer en la cama, sacudió la cabeza y comenzó a llenar las bolsas.

- Volviendo al otro tema - sugirió Bruno pero Ramirez le clavó la mirada y le hizo señas para que guardara silencio. - No, digo...bah... decía... ¿Y la mina esta con la que estabas saliendo? -.

- ¿Cuál? - preguntó Ramirez -.

- Dale, no te hagas el winner. "¿Cuál?". Preguntás cuál como si tuvieras tantas minas. Dale. Vos sabés, la cuarentona -.

- 42. Cuarentona no -.

- Bueno, 42. Guacho, siempre te gustaron veteranitas, ¿no? -.

- Eh...y...me tiran un poco, pero ya no más -.

- ¿Cómo que ya no más? -.

- Si, no más...no más... - dijo mientras corría la cortina de la ventana y echaba una mirada a la
calle.


Bruno se quedó mirándolo. Esperaba una respuesta un poco más concreta. Ramirez le hizo señas que esperara un minuto.


- Bueno...terminé acá...Si no hace falta nada más, voy a bajar esto y vuelvo a buscar la pece...esa...computadora -.

- Bárbaro Bernetti. Gracias - dijo Bruno.

- Gracias Bernetti. ¿La familia?. ¿Tu mujer cómo anda? – pregunto Ramírez con familiaridad.
Bernetti se sorprendió con la pregunta.

- Bien. En casa. Bajo cuatro llaves. ¿Algo más? - preguntó con sequedad.

- No, no -.


Se fue sin saludar.


- ¿Y a éste qué bicho le picó? -.

- Ni idea -. Lo pensó un instante. – Capaz que se enteró lo de... - dijo señalando hacia el living.
- Uh...Giménez...si. ¿Qué tal la mujer? -.

- Perra...yegua...no sabés lo que es en la cama. Uh...No me hagas acordar porque me pongo loco... -.

- Mejor no sigas a ver si debutás con nuestra clienta – dijo señalando el cuerpo en la cama.

- Bueno...ahora contame cómo es eso de "no más" -.

- No...nada...cosas...no quiero salir más con locas -.

- Que bueno. Que bueno. Locas. ¿O sea que hasta ahora salías siempre con locas?. Que buen concepto tenés de tus ex -.

- Si...que se yo -.

- ¿Todas locas?. ¿Siempre?.

- Siempre -.

- Ajá -.

- No me gustó como sonó ese "ajá" -.

- Dije "ajá", nada más -.

- Nada más. Si, claro -.

- Mirá, si vas a encularte, no me cuentes y listo. Seguimos laburando y nos olvidamos del "no más" -.

- Sigamos laburando -.

- Sigamos -.

- Permiso -.


Ensimismados en la discusión no se habían dado cuenta que los de la morguera estaban esperando afuera del dormitorio.


- Ah...¿cómo va?. Pasen, pasen -.


Entraron con la camilla y una bolsa negra con cierre.


- Upa...mamita...que desperdicio - dijo el más viejo de los dos. El otro asintió con la cabeza sin decir nada. - Mirá la ropita interior que usaba. ¿Me la puedo quedar para regalársela a mi mujer? - rió.


Ramirez lo miró con cara de asco, pero el otro no se dió por aludido.


- No, no - dijo Bruno. - Eso va para el laboratorio papá. Es prueba, ¿sabés? -.

- Si. Era una broma nomás jefe. Dale, vos, agarrá de los pies y yo la levanto de acá. Cuando te
diga... - el otro volvió a asentir sin decir nada. - Dale. Ahora -.


La mujer quedó boca arriba en la camilla, apoyada sobre la bolsa que procedieron a cerrar.


- Bueno...despídanse muchachos que la llevamos para casa - dijo y se río. Pero no hubo sonrisas de complicidad y su risa duró sólo un poco. El otro saludó con un cabezaso y se fueron.

- No...no más - se descolgó Ramirez de pronto. - Siempre igual. Siempre con locas. Mirá que hay mujeres por ahí afuera y a mi, siempre se me pegan las más locas de todas -. Tenía las manos en los bolsillos...

- Acá no queda mucho más por hacer ¿no? – comentó Bruno.


Ramirez lo miró sorprendido.


- No...no queda...¿pero no me estabas hinchando las bolas para que te contara? -.

- Si, si. Nomás decía...acá no queda nada para hacer. ¿Vamos yendo? -.

- Si -. Miró alrededor con aire melancólico, como si fuera a extrañar aquel lugar, a aquella mujer.

- ¿Qué pasa? - preguntó Bruno -.

- No se. Nada en especial. Estoy un poco cansado -.

- Si, yo también -.

- ¿Qué le habrá pasado a esta mina? -.


Silencio.


- Qué fuerte estaba - comentó Bruno -.

- Si, pero no se, ¿sería feliz?. Digo...era muy bonita, pero si terminó así...muy bien no le estaría yendo -.

- Si, puede ser. O no. Todavía no sabemos. Por ahí...que se yo, solamente se murió, tenía alguna enfermedad, algo -.

- No creo -. Suspiró. – Por ahí la vida no la estaba tratando para nada bien y no lo pudo soportar. Por ahí su padre era un retorcido hijo de puta que empezó a cogérsela cuando tenía 7 años. Por ahí su madre era alcohólica y se pegó un tiro cuando ella tenía 9 y nunca logró sobreponerse. Por ahí la vida era tan bella que no lograba sobrellevarlo y decidió que no quería seguir viviendo -. Miró a Bruno. – Me imagino que nunca nos vamos a enterar, ¿no? -.


El viento sacudió las cortinas. Bruno sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de adentro del saco y se lo puso en la boca. Ramirez lo censuró con la mirada.


- No te preocupés. No lo voy a prender. Estoy tratando de dejar de fumar -.

- ¿Tratando? -.

- Si. Tratando -.

- Pero tratar...no se trata. Se deja o no se deja. Lo demás no es nada. Es un engaño. Digo, así te engañás vos mismo -.


Bruno lo miro desesperanzado.


- Uh...Ramirez, no me hinchés los huevos -.

- No te hincho, pero me decís "estoy tratando" -.

- Y, si, es la verdad -.

- Vi-cio-so - tarareó Ramirez -.

- Dale, dejate de joder - contestó Bruno mientras guardaba el cigarrillo de vuelta en el paquete.

- ¿Vamos? -.

- Si, vamos -.


Se detuvieron en la puerta del dormitorio y dieron otra mirada a todo el cuarto.


- Ese Kandisky - murmuró Bruno.


Partieron para la comisaría. Todavía tenían todo el papeleo por hacer.