MAÑANA ES SAN PERON
Angel volvió a mirarse al espejo. Estaba impecable. El traje nuevo, la camisa almidonada, el fijador para el cabello. Se acomodó el moño negro con pequeñas pintas blancas una vez más. El pelo firme, prolijo, brillante. Se acercó hasta la ventana, corrió la cortina y estudió el cielo. Estaba encapotado y una llovizna persistente caía sobre la ciudad. Faltaban apenas 20 días para la primavera, pero el invierno no se daba por enterado.
Fue hacia el living. Miró la hora en el reloj de pared. Todavía le quedaban unos minutos antes de salir para el banco. Sobre la mesa, el diario decía a grandes titulares:
"Renunciamiento histórico"
- Esa...esa...mujer - dijo entre dientes.
Tomó el diario y echó un vistazo a la portada.
- Quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión irrevocable... - siguió leyendo para si.
- ¿Has visto? -. La pregunta de su madre lo tomó por sorpresa.
- ¿Qué cosa mamá? -.
La madre señaló la tapa del diario. Cargaba un dejo de tristeza en la mirada.
- Si, he visto - respondió él con sequedad. - Era hora que... -. No quiso seguir hablando.
- ¿Hora de qué hijo?. ¿Hora de qué? -.
Angel guardó silencio y dejó el diario sobre la mesa.
- Vamos hijo, ¿hora de qué? -.
- Mamá, no me haga hablar - se enojó Angel.
- Bueno...me voy para la fábrica - dijo Dorita que venía de su ha bitación.
Su madre no contestó. Todavía estudiaba la expresión de Angel.
- ¿Qué pasa? - preguntó Dorita mientras se acomodaba el pañuelo en la cabeza.
- Nada hija, nada - contestó su madre.
Dorita tomó el diario.
- Ayer en la fábrica todos hablaban de esto. Ojalá... - suspiró - ...ojalá que se arrepienta y... -.
- ¿¡Para qué!? - exclamó su hermano. - ¿Qué quieren?. ¿No los aguan tamos lo suficiente ya? -.
Dorita y su madre se quedaron atónitas ante la explosión de Angel.
- Perdón - dijo Angel mientras se ponía de pie. - Disculpen... no quise...asustarlas -.
- No Angelito. Está bien - deslizó la madre mientras le palmeaba el hombro.
Dorita se alejó unos pasos de su hermano y lo estudió de arriba a abajo.
- ¡Pero qué guapos estamos hoy! - le dijo.
Angel sonrió.
- ¿Traje nuevo? - preguntó la madre.
- Si - dijo él dando una vuelta como si fuera un modelito. Las muje res sonrieron. - Braudo - comentó.
- ¿O Casa Muñoz, donde un peso vale dos? -sugirió Dorita.
- ¡Por favor!. ¡No compares hermanita! - se pavoneó él.
- Parece que andamos con plata, ¿no? - dijo Dorita, no sin cierta envidia.
- Aumento en el banco querida - retrucó Angel. - ¿O con qué te creés que le compré la radio nueva a mamá? -.
- Radio Victoria - remarcó la madre. - Ahora si que voy a poder escu char bien la novela de las 4 y media -.
- Y los discursos del General - remató Dorita.
A Angel le cambió la cara.
- Si no fuera por el General... - comenzó a decir la madre.
- Si. ¡Qué gran hombre el General! -.
- Un gran gran hombre el... -.
- ¡Ya se que es un gran hombre! - casi gritó Angel. - Pero no hace falta que me lo repitan a cada rato, ¿verdad? -.
- Bien vestido, mal humorado - agregó Dorita. - Mamá, me voy a tra bajar. Me llevo el paraguas - le dijo a la madre mientras le daba un be so. - Hasta luego gorila - saludó a su hermano Angel riendo.
- ¡Yo no soy ningún gorila! - le respondió, pero ella ya había cerra do la puerta.
La madre movía la cabeza entristecida.
- Pero mamá...no se ponga así... -.
- ¿Y cómo querés que me ponga hijo? -.
El miró para otro lado.
- ¿Ha visto el piloto que compré? -.
- Que compraste con el aguinaldo que el General... -.
- Si mamá, lo compré cuando cobré el aguinaldo - dijo ignorando la última frase de su madre.
- Que el General - repitió ella.
- Es un auténtico casa Perramus - explicó él. - Mire mamá - le dijo mostrándole el piloto nuevo. - Mire qué calidad -.
- Si, veo - dijo ella sin mucho interés. - ¿Venís a comer a la noche? -.
El dudó un instante. A la madre le brotó una sonrisa tibia.
- Ah, ya veo - dijo ella. - Picarón, picarón, ¿vas a encontrarte con tu novia Sarita, verdad? -.
- Si - respondió él con timidez. - La paso a buscar por el bazar y después nos vamos a ir al centro... -.
- ¿Qué van a hacer? - se le adelantó la madre.
- Vamos al Monumental a ver una película -. Volvió a mirar el reloj. Era hora de partir para el banco. Volvió a estudiar el cielo desde la ven
tana del living. Llovía cada vez con más fuerza y las nubes se veían más densas, cargadas y grises.
- Qué clima feo - murmuró.
- Mucha humedad - dijo la madre desde la cocina.
- Bueno mamá, me voy. Tengo que tomar el tranvía y... -.
- Ya se m'hijito. Ya se. Vaya a trabajar, vaya a ganarse el pan - le dijo dándole un beso. Angel se puso el piloto y el sombrero. Cuando esta ba por abrir la puerta su madre lo llamó.
- ¡Angel! -.
- ¿Si mamá? - dijo él volviéndose.
- A verte de nuevo -. Le hizo una seña con las manos para que se acercara.
El se quedó parado frente a su madre.
- Si tu padre pudiera verte... - dijo.
- Gracias mamá - dijo él mientras se acercaba a darle otro beso.
Salió y al cerrar la puerta, estalló el trueno más fuerte, potente y ruidoso que escuchó en su vida. El edificio pareció temblar. Los cimien tos se sacudieron. Las paredes vibraron.
- Me voy a mojar hasta los huesos - dijo.
Se abrochó el piloto hasta arriba, bajó las escaleras y al salir a la calle, el sol lo encegueció. Tuvo que cubrirse los ojos con las manos. Cuando se acostumbró a la luz, levantó la vista al cielo.
Era el cielo más celeste que había visto en su vida.
- ¿Pero...? - dijo.
El ruido de los autos, los bocinazos, el griterío, los aviones, los taladros, los camiones, las motos lo aturdieron. No entendía. No sabía dónde estaba. Una chica con pierciengs en la nariz y las cejas y dreadlocks lo saludó haciéndole la v de la victoria.
- ¡Qué onda!. Lindo sombrero - le dijo riendo al pasar.
- ¿Qué clase de...peronista...? - pensó.
Miró a su alrededor y se vió saturado de carteles de neón y publici dades y coches pintados de todos los colores y colectivos y taxis y mi cros escolares y camiones de basura.
- No...entiendo...pero... -.
Cerca suyo un grupo de chicas con uniforme de colegio compartían al gunos cigarrillos. Uno de sus compañeros tomaba cerveza de una lata. Otro no paraba de insultar.
- ¡Por Dios!. ¿Qué está pasando? -.
Los edificios eran altos, muy altos, muy muy altos y eran muchos, muchísimos, todos juntos, pegados unos junto a otros.
Se sintió perdido. No sabía qué hacer.
- ¡Mamá!. ¡Dorita! - pensó. Pero cuando se dió vuelta para entrar en su casa, la puerta era distinta, la entrada era diferente, el edificio era otro, la calle no era la misma.
- Pero...yo... -.
Un camión de Mc Donalds se detuvo ante él. Más gritos. La gente que pasaba lo ignoraba y los que le prestaban atención lo miraban y se son reían.
Minifaldas, ombligos al aire, tatuajes, pelos largos, pantalones ajustados, mujeres fumando.
- ¡Sarita! - exclamó. - Señor, por favor, ¿me dice la hora? - preguntó nervioso a un transeúnte.
- 3 y cuarto -.
- ¿¡3...y cuarto?!. Eran las 10 de la mañana hace... -.
El tipo lo miró extrañado.
- Disculpe...necesito llegar...¿El tranvía que va para...? -.
- ¿Tranvía? - preguntó el hombre. - ¿Usted me está jodiendo, no? - le dijo mientras se iba.
- Sarita - repitió para si. Comenzó a caminar por la avenida a paso firme. Tuvo que taparse los oídos. La cantidad de autos, el estruendo, el ruido de los escapes. Se sentía sobrepasado.
- ¡Cabildo! - exclamó al ver el cartel. - Cabildo - repetiá. - El bazar...Dumanjó...Monroe...Tiene que ser para allá -.
Apuró el paso. Aquellas cuadras hasta llegar a Monroe y Cabildo se le hicieron eternas. No entendía qué estaba pasando. No podía siquiera imaginarlo.
- Sarita - repetía casi con desesperación. - Sarita -.
Al llegar a la esquina de Cabildo y Monroe se perdió entre la multi tud de gente que iba y venía, que corría, que hablaban por teléfonos celu lares, que discutían, que tomaban vino de cajas de cartón.
- ¿Cómo puede ser...? -.
Entonces la vió parada, abatida, sorprendida, agobiada. Sarita, con su vestido de flores, el casquito y los guantes.
- ¡Sara! - llamó él. Ella se dió vuelta y el rostro se le llenó de alivio. Corrieron hasta encontrarse.
- Angel...Angel...Yo... - le temblaba la voz. - No se qué...no se... -. Apoyó la cara en el pecho de Angel y se largó a llorar.
- Yo tampoco Sara -. Estaban abrazados. Angel la rodeaba con sus bra zos, tratando de consolarla.
- El bazar... - dijo levantando la vista. - El bazar no está -.
- Y el edificio...mi madre...Dorita - balbuceó Angel.
Caminaron unos pasos y se pararon frente a un Banco Francés.
- Acá - dijo ella señalando. - Acá...el bazar...salí de casa esta mañana, hace 10 minutos y ahora... -.
- Ahora son las 3 y media - dijo él.
- Si - dijo ella mirándolo sorprendido. - ¿Qué pasó? -.
- Hoy llovía, llovía a cántaros -.
Sara le mostró el paraguas.
- Y los autos -.
- Los carteles -.
- La gente -.
- El ruido -.
- Cuando estaba cerrando la puerta - dudó Angel - escuché... -.
- ¡Un trueno! - se adelantó ella.
El la miró sorprendido.
- Vamos a ese quiosco de revistas. Tal vez... -.
- Vamos -.
- Disculpe - le preguntó Angel al quiosquero. - ¿Tiene Crítica? -.
El tipo se quedó mirándolo fijo.
- Pagina 12 no tengo más - contestó desganado.
- ¿Usted sabe dónde queda el bazar Dumanjó? - se atrevió Sarita seña lando el Banco Francés tras de ellos.
- Eh...si no tienen nada mejor que hacer, no molesten y dejenme tra bajar tranquilo - les dijo de muy mala manera. Angel levantó un Clarín del montón que había en el quiosco y buscó la fecha.
- 3 de diciembre de 2001 - le dijo a Sarita.
- El presidente De la Rua... - leyeron.
- Si no van a comprarlo... - les dijo el quiosquero.
Dejaron el diario de nuevo en la pila. Caminaron desconcertados varios minutos sin decirse nada.
- Tengo que llamar al banco. Sino van a creer... -.
Sarita lo miraba.
- No puede ser...tengo que...probar...- dijo él tratando de tranquilizarse.
Se pararon ante un teléfono público. Lo estudiaron unos momentos.
- Por acá va la moneda, supongo - dijo Angel.
- Si, pero tiene...¿botones?. ¿Por qué tiene botones? -.
- No se...habrá que apretarlos -. Angel puso una moneda en la ranu ra, pero el aparato la devolvió. La metió de vuelta y otra vez sucedió lo mismo.
- No sirve. Esta plata no sirve - le dijo Angel mientras le mostraba las monedas a Sara.
- Por ahí mis monedas... -. El le hizo una seña de no con la cabeza.
- Tu tía Nené vive...vivía por acá, ¿no es cierto? -.
- Si - contestó Sarita.
- Vamos...vamos a verla -.
- ¿Estás seguro? -.
Tocaron timbre en lo de la tía Nené.
- ¿Quién es? - preguntó una voz tras la puerta.
Sarita dudó un instante. Angel le dió un empujoncito para que habla ra.
- Tía, soy yo, Sara -
- ¡Sarita! - dijo alborazada la tía Nené mientras abría la puerta.
- Al fin te dignaste a visitarme. Y viniste bien acompañada - dijo con una sonrisa cómplice al verlo a Angel. - Pero pasen queridos, pasen, no se queden ahí en la puerta. Pasen que acabó de preparar té y tengo factu ras. Pasen -.
La tía Nené se fue a la cocina. Angel y Sara se sentaron en el li ving. Unos tangos sonaban en alguna radio en otro ambiente de la casa. Nené volvió con una bandeja llena de facturas, una tetera con agua y tres tazas.
- Querido, ¿vos no tendrías que estar en el banco? - preguntó la tía de Sara.
- Si. Justamente de eso... - se acomodó en su silla. - ¿Le molesta si hago un llamadito? -.
- No querido, por favor. Llamá - le dijo mientras servía el te.
- ¿Vieron cómo está la calle? - comentó Nené.
Angel y Sara se miraron sorprendidos.
- Ss..si... - titubeó Sara.
- No se tía - dijo Angel. - ¿Cómo está la calle? -.
- ¿No vieron? - se sorprendió. - ¡Ay, la alegría de la gente!. Al fin lo echaron a ese...mirá...no me hagan hablar... -.
- ¿A quién echaron? -.
- ¿Cómo a quién echaron? - preguntó la tía Nené aún más sorprendida.
- ¡Al dictador! - exclamó. - A mi general cuánto valés echaron -. Sara y Angel no entendían. - ¿No me van a decir que no sabían? -.
- ¿Cómo que lo echaron si...esta mañana...? -. La tía Nené lo miraba con extrañeza. - Mejor voy a hacer ese llamado y vuelvo - dijo.
- Vaya, vaya -. Nené se acercá un poco a Sara. - Es un buen muchacho Sarita. Pero un poco despistado - dijo sonriendo.
- Hola, ¿Lucho? - dijo Angel en cuanto levantaron el teléfono del otro lado.
- Angel, ¿qué hacés?. ¿Dónde estás? -.
Angel dudó unos momentos.
- En casa de una tía de Sara con Sara...-.
- Menos mal que tu esposa está con vos -.
Angel se quedó de un pieza.
- ¿Mi esposa? - preguntó.
- Si. ¿No me dijiste que estabas con Sara? -.
- Si...si...es que yo... -.
- ¿Y el nene? -.
- Nené...Nené, estoy en lo de la tía Nené, una tía de Sara -.
- No...Nene...Tu nene, ¿está con tu mamá? -.
- No se Lucho...no...¿el nene? -. Angel no podía pensar. Dejó caer el tubo y se agarró la cabeza. Colgó el teléfono y volvió al living.
- Ay, querido, parecés un fantasma - le dijo la tía Nené cuando vol vió al living. - Vení, tomate un tecito - sugirió.
Sara lo miraba desconcertada.
- Mejor nos vamos - sugirió Angel.
- Si - dijo Sara. Saludó a su tía con un beso. - Después hablamos tía -.
Nené los miraba sorprendida.
- Bueno...pero porqué no se quedan...las factura están tan ri
cas... -.
- No tía, en otro momento...Después hablamos -.
- Una vez que vienen a visitarme y se van así de golpe - se quejó la tía. - Los acompaño hasta la puerta - ofreció.
- No tía, deje. De verdad. La llamo en otro momento - le dijo Sara.
Salieron a la calle. Llovía a cántaros. El cielo estaba totalmente cubierto de nubes negras. Había caído granizo. Los truenos se sucedían uno tras otro. Se abrazaron bajo el aguacero, con todas las fuerzas que tenían. La lluvia estaba empapándolos. El bullicio había desaparecido. Los autos eran negros. La calle estaba casi vacía. Escucharon una campani ta. Angel abrió los ojos.
Era un tranvía.
Sara levantó la vista y también lo vió. Un hombre con paraguas, som brero y galochas pasó a su lado.
- Señor, ¿podría decirme la hora? -.
- Si, como no. Son las...9 y 15... -. Llevaba un diario bajo el bra zo. Angel lo señaló con el mentón. El hombre lo desplegó un poco.
- ¿Vió?. Una lástima. Pero yo sabía que no iba a aceptar. Dicen que tiene la papa - le dijo en voz baja acercándose. - Cáncer, ¿entiende? - remató. Sonrió dándoles una mirada cómplice. - Que tengan buen día - saludó mien tras se alejaba.
Angel y Sara se miraron.
- Me voy al bazar - dijo ella.
- Si - murmuró él. - Yo...te acompaño y después me voy a tomar el tranvía... -.
- No, no - negó ella. - Voy a estar bien. Estoy cerca. Vos andá que tenés que llegar al banco temprano. No vaya a ser que por una llegada tar de te pierdas un ascenso -.
Angel sonrió.
- Bueno...me voy... -. Miró al cielo. Se levantó el cuello del pilo to. - Parece que esta lluvia tiene para largo -.
- Si - contestó ella.
El la miró unos segundos.
- Sos tan linda - le dijo mientras le tocaba las mejillas mojadas.
Sara se sonrojó.
- Esto...no se que...sucedió...pero... -. Miró al piso.
- Yo tampoco se -. Le acomodó el cuello del piloto. - Andá que se te hace tarde -.
- Si. Después nos vemos - dijo él y le dió un beso.
- Si, después nos vemos - dijo ella y se fue caminando despacio para la avenida.