LOS ABUELOS
Era un martes, un martes como cualquier otro...
Hacía mucho calor en el auto. El aire acondicionado estaba roto. Eso, o el tacaño de Manuel quería ahorrar batería.
- ¿Qué hora es? - pregunté por enésima vez.
- ¿¡De nuevo querés saber la hora?!. Te la dije hace 3 minutos -.
- Si. Quiero saberla otra vez -.
- Pero tenés reloj, ¿por qué no lo mirás? -.
- Y vos ¿por qué no me decís la hora y ya?. Te vas a ahorrar un montón de saliva -.
- Tá...tá..van a ser 10 menos 5 -.
- No, decime la hora exacta. E-xac-ta - exigí.
- Nueve y 54 con 32...33...34... segundos -.
- Perfecto. 2 minutos más -.
Después de 1 minuto y medio, Manuel rompió el silencio.
- ¿Estás seguro, no? -.
- Seguro. Ya te lo expliqué. Es todos los días con una precisión increíble -.
- ¿Y cómo te diste cuenta? -
- De casualidad. Vine tres días seguidos a entregar trabajo. Los vi las tres mañanas, así que al cuarto día vine y me instalé media hora... ¡Ahí viene el primero, ahí viene!. ¡Dame el cronómetro...dale boludo, que sino se va todo a la mierda...! -.
- ¡Pará, pará, la puta madre!. No me pongas nervioso, que lo tengo acá -.
Empezó a correr el cronómetro.
- No lo vas a poder creer - dije -. 3 minutos 27 segundos. Vas a ver. Te digo, no lo vas a poder creer -.
El primer viejo llegó a la plaza. Vestía, como cada mañana, una remera blanca, unas bermudas verdes y un par de alpargatas. El sol pegaba duro...
- 1...28...29...se tiene que estar sacando la remera... -.
El viejo se sacó la remera.
- ¡La concha de tu madre...! - murmuró Manuel.
- Preparate. En 2 minutos llega el otro -.
El viejo miró al cielo, hizo viscera con la mano, se acomodó el bi gote y comenzó a caminar en círculos, mirando al piso. Cada vez que pa saba al lado de la glorieta, le daba un pequeño toque, alternando de mano cada vez. 2 minutos después que el viejo se sacara la camiseta, apareció el segundo hombre.
- ¡Ahí está, ahí está!. ¿No te dije?. ¡¿No te dije?¡ - le grité a Manuel cuando apareció el segundo viejo. Estaba exaltado.
- Increíble - dijo Manuel atónito.
- Te lo dije - susurré. Yo tampoco lo podía creer. Pero necesitaba que alguien más lo viera para estar seguro que no era el único que lo había notado.
El recién llegado tenía barba, pero no bigotes. También levantó la vista al cielo, se tapó de los reflejos del sol con la mano, se quitó la remera y empezó a caminar en círculos. Pero en vez de tocar la glorieta cada vez que pasaba cerca, la escupía. Una vez pollo, otra vez gargajo. Y cada vez que los viejos se cruzaban, levantaban las cejas en señal de saludo, como si antes no se hubieran visto, como si no se conocieran.
El calor adentro del auto nos estaba sofocando.
- La puta madre, qué calor. ¿Está roto el aire acondicionado? -.
Manuel no contestó.
- Dale hijo de puta, prendelo que me estoy asando - supliqué.
- No quiero gastar batería -.
- ¡Yo sabía, JUDIO! -.
- Perdón, ¿me decís judío como un insulto? -.
- Obvio -.
- ¿Y cómo va a ser un insulto, si soy judío, pedazo de pelotudo? -.
- ¡Que se yo, la puta que te parió!. Lo único que se es que estoy transpirando como un marrano... -.
- Bajá la ventanilla -.
- Bien de JUDIO lo tuyo, ¿eh? -.
- Mirá, cortala con lo de... -.
- Ahí viene el otro, ahí viene el otro - dije.
Doblando por la otra esquina apareció el tercer viejo. Como los otros dos, vestía remera blanca, bermudas verdes y un par de alpargatas. Este no tenía ni bigotes ni barba. Llegó a la plaza, se quitó la remera, miró al cielo cubriéndose del sol con una de las manos, y empezó a dar círculos, como los otros dos viejos. Cada vez que pasaba cerca de la glorieta, le daba una pequeña patada a la reja, una vez con cada pie. Ahora los tres viejos se hacían señas con las cejas.
- Increíble, ¿no? - le pregunté a Manuel.
- La verdad...no entiendo...¿Decís que todos los días hacen es
to? -.
- Y...si...si -.
- ¿Y de qué se tratará todo este asunto...? - dijo Manuel. Noté cierto temor en su tono de voz.
- No se, no se. Alguna pelotudez de viejos...Andá saber. Capaz que nosotros en 35 años estamos haciendo la misma mierda -.
- ¿Te parece que vamos a estar tan hechos pelota? -.
- No. Peor - reí.
- Esto es raro raro raro. Te digo que es raro...¿No tendríamos que denunciárselo a alguien? -.
- Noooo...Pero...si son tres viejitos chotos...¿Qué?. ¿Vamos a denunciarlos por caminar en la plaza?. No, no... -.
- Pero tanta exactitud en los horarios...los tres vestidos igual, haciendo lo mismo... -.
- Manuel, yo te traje porque no me creías. Estaba curioso, nada más...No creo que sea para ponerse tan paranoico - sugerí.
- No paranoico no. Pero una cosa era cuando me lo contaste y otra ahora que lo veo. No se...Te digo que es rarísimo...¿Y las señas con los cejas? -.
- Que se yo, serán mudos. No se...pero ¡qué carajo me importa!. Yo te traje para que los vieras Manuel, nada más. Como no me creías... -.
- Ya se que no te creía...Pero es raro...te digo que es rar... -.
- ¡La concha de tu hermana Manuel!. Ya se que es raro. Por eso te traje...¿Vamos a seguir mucho hablando de lo mismo?. Parecemos retardados mentales, Manuelito. Te acabo de decir... -.
- ¡La puta que te parió!. ¡Me dijiste, me dijiste!. Claro...pero hay que hacer algo... -.
- ¡Andá a cagar Manuel! -.
- No, no me voy nada a cagar. Me voy de acá. Esto es raro. No me gusta. Me da mala espina. Nos vamos, claro que nos vamos. Me está agarran do el... -.
- ¡Garconieri! - insulté. - ¡Tenés miedo de tres viejitos del orto!. Disculpame Manuel, pero sos un boludo -.
- Si, todo lo que quieras. Pero para mi hay que hacer algo, hay que hacer algo...Te digo...mirá -.
Los viejos seguían dando círculos y haciéndose señas con las cejas.
- ¿Nunca los seguiste para ver qué hacían después, adónde iban? -.
- No, ¡¿cómo los voy a seguir?!. ¿Me estás jodiendo?. No soy Kojak, me cago en... -.
- Esto es raro. Haceme caso...mejor vámonos antes que se den cuenta que los estamos vigilando -.
- ¡Ah, si, si!. ¿Qué nos van a hacer, nos van a tirar con las dentaduras postizas!. Ay, Dios mío Manuel...si hubiera sabido... -.
- En serio, tendríamos que hacer algo... -.
- Como quieras Manuel. Está bien. Tenés razón. Pero ¿sabés qué?. ¡NO TE LLEVO NUNCA MAS A NINGUN LADO, LA PUTA QUE TE REPARIO!. La próxima vez que no me creas, me jodo y listo. ¡Mirá, mirá!. Estás reparanóico...qué mierda...Arrancá el auto y vámonos y olvidate de todo... -.
- ¿Olvidarme? - dijo con tono sombrío. - Ni en pedo. A partir de ahora, vamos a tener que andar con cuidado...con mucho cuidado, yo se lo que te digo - sentenció.
Me dejó helado. Si entonces lo hubiera escuchado...
Era un miércoles, un miércoles como cualquier otro...
El sol pega duro en la playita de Olivos. Lástima que con Manuel no podamos aprovecharlo. Tirados en la arena, cubiertos de sangre y con nuestras gargantas cortadas va a ser difícil que tomemos algo de color...