viernes, diciembre 25, 2009

24/3

(Ejercicio de taller de argumentaciòn del Profesorado)


Ocurrió durante el Segundo Gobierno. Fue durante la primera tarde de un día de marzo que los hechos que venían tomando forma se canalizaron, desembocando en los sucesos que hoy bien conocemos.



Cuando todo hubo finalizado, conferencias de prensa fueron dadas: se evacuaron dudas, se ventilaron ciertas cuestiones, se ensuciaron nombres, se intercambiaron los papeles. Las imágenes se repitieron una y otra vez por cadena nacional. Rollos y rollos de fotos fueron revelados. Las radios airearon la noticia constantemente. Productores televisivos apretaron botones para repetir las notas en forma ininterrumpida. Los diarios apuraron sus tiradas.


Primero el rumor, seguido por la duda, la duda que no presenta pruebas irrefutables. Luego, el comienzo de la certeza. Después, la certeza absoluta: esa sensación de apremio, de apuro, de falta de tiempo, de necesidad de saber, de conocer la verdad. Finalmente, la verdad.


Ahogada en su propia mierda, la Capital Federal había desaparecido del mapa.


A fines de febrero, los líderes de la oposición habían convocado a todos los "porteños de bien" para protestar contra el gobierno nacional de una forma "contundente y que no deje lugar a dudas sobre el mensaje que queremos enviarle: que su gobierno es una verdadera mierda". Los carteles en las calles de la ciudad no tardaron en aparecer: "Hagámoslos bosta" firmaban los de la Sociedad Rural. "Algo huele mal en este gobierno" decía con su tibieza habitual, la Unión Cívica Radical. "Que se vayan...a la mierda" decía uno perteneciente a un autotitulado Consejo del Partido Justicialista Auténtico.


Los principales diarios de Capital convocaban al "Gran Cagadón". Figuras públicas como Susana Gimenez, Mirtha Legrand y otros grandes intelectuales se sumaron a la protesta. "Es rere original" declaró Susana en su programa. "Yo me prendo". Ari Paluch, Magdalena Ruiz Guiñazú, Gonzalez Oro, Chiche Gelblung, Marcelo Bonelli, Edgardo Otero, Marcelo Longobardi, etc. Los nombres de reconocidos personajes del mundo del espectáculo engrosaban la lista de quienes pretendían "echar a este gobierno por donde merece irse: por la cloaca".


La fecha se fijó para el 24 de marzo. Algunos poquísimos líderes de la oposición a quienes todavía les quedaba algún resto de conciencia cívica, hicieron notar que no era una fecha muy feliz para llevar a cabo semejante acto de protesta. Pero sus palabras fueron desoídas por prácticamente el 100% de los convocantes. "Está en juego el futuro de la Patria misma. No podemos andarnos con boludeces" les dijeron.


A las 10 de la mañana del 24 de marzo, todos los porteños cagarían al mismo tiempo y apretarían el botón todos juntos "para que revienten los caños y las calles se inunden de lo que este gobierno nos da".


El entusiasmo se acrecentaba a medida que la fecha y hora elegidas se acercaban. Distintos partidos iban sumándose a la protesta. De derecha y centro, todos. De la izquierda, por supuesto, también todos, aunque con distintos matices, dependiendo de la extracción ideológica de cada partido y de lo que llegaran a votar, tras un intenso debate, los 134 miembros de cada uno de estos partidos.


El país entero miraba a la ciudad con ojos de incredulidad. Incluso dirigentes de otras provincias y acérrimos opositores al gobierno nacional no pudieron evitar exclamar "estos porteños se fueron a la mierda".


Biolcatti, Buzzi, De Angelis y Mario Llambias convocaron a un gran acto de cagadero público en Palermo, frente al Zoológico, para demostrarle "a esos animales que nosotros no estamos hechos sólo de carne".


A Mauricio Macri la idea le pareció "genial, aunque me da un poco de asco, como todo lo que hacen quienes no son yo". Luego, mirando a Gabriela Michetti, le preguntó en tono burlón si "ella iba a poder sola". Aquel fue el fin del idilio, que los llevara al gobierno de la ciudad, entre Macri y Michetti.


Lilita Carrió anunció que "este será el fin de esta dictadura hitleriana inspirada en los principios stalinistas del más acérrimo capitalismo ultraliberal de centroderecha de Mao, Fidel Castro y Ho Chi Mihn". Agregó además que "la semana anterior al 24 pienso comer hasta reventar, para darles para que tengan".


Los ojos del mundo se posaron sobre la Capital Federal. Diarios y cadenas televisivas de todo el planeta llegaron a la ciudad. Sólo unos pocos tomaron la precaución de contratar helicópteros para cubrir el evento.


Se organizaron tours de cropófagos. El precio de las máscaras se multiplicó por 50. Los barbijos se agotaron semanas antes de la fecha. Los plomeros se vieron desbordados de trabajo. Millones de rollos de papel hiegiénico se vendieron. Se instalaron cientos de miles de nuevos inodoros. Las casas de artículos para el hogar vieron agotados sus stocks de tapas para inodoros. Los negocios de ventas de alfombras, cortinas y cobertores para tapas de inodoro se quedaron sin nada que vender hacia el 10 de Marzo. Las fábricas de todos estos artículos no podían satisfacer el imprevisto nivel de demanda. Fortunas incalculables se hicieron en aquellos días.


Parejas de enamorados reservaron habitaciones en lujosos hoteles para la fecha prevista. Miles de opositores desbordarían la capacidad de alojamiento de la Capital en el que se conocería como el "Gran Día del Sorete". Los grandes productores de soja y los popes de la Unión Industrial Argentina, sumados a ex funcionarios del menemismo, y hasta el mismo Menem, alquilaron el Hotel Presidente para esperar el "gran momento de la expulsión".


Claro que no todas fueron rosas. Hubo constipados que, ansiosos por participar del "Gran Cagadón", consumieron raciones extraordinarias de laxantes que les provocaron mortales efectos secundarios. En la vereda opuesta, sucedieron varios casos de "estallidos espontáneos", gente que extremadamente enojada con el gobierno y siguiendo el ejemplo de Lilita Carrió, comió en los días previos al 24 de Marzo cantidades ingentes de todo tipo de comidas, agregándole a esto la que se conocería como "retención antigubernamental", lo que llevó a decenas de los mencionados a estallar sin previo aviso, manchando de mierda y tripas sanguiñolientas todo a su alrededor. Además, muchos periodistas no opositores y porteños de bien que no se sentían representados por los "porteños de bien" de los medios y de la oposición, decidieron pasar aquella fecha lejos de sus casas, "para no avalar este comportamiento de mierda".


Finalmente, el Gran Momento llegó.


Millones y millones de "porteños de bien" y "porteños por un día" cagaron todos juntos y apretaron los botones de sus depósitos y tiraron de sus cadenas al unísono. No así los pobres, ni los villeros, ni los sin techo, algunos porque no tenían qué cagar pues no comían; otros, porque sus casas no tenían conexión a las cloacas ni a la red de agua. La mayoría porque prefirieron irse de visita a lo de algún pariente en la provincia de Buenos Aires, "porque ya nos tenemos que bancar la mierda de estos todos los días, mirá si encima nos vamos a quedar para bancarnos ésta también".


Los tacheros tocaban sus bocinas festejando. La gente se asomaba a los balcones y vitoreaba consignas contra el gobierno. Los dirigentes políticos que habían convocado a la "gran jornada de cague y proteste" celebraban el éxito de su convocatoria limpiándose los culos entre ellos o, lo que es lo mismo decir, tapándose sus chanchullos mutuamente. Clarín y La Nación rápidamente actualizaban sus páginas de internet. "¡Qué cagada!" titulaba Diario Popular. La mierda rebalsó casi de inmediato la capacidad cloacal de la Capital. Los desechos orgánicos humanos comenzaron a salir por las bocas de tormenta, resumideros, tapas de cámaras de luz, gas y de telefonía.


Hacia las 11, en medio de los festejos, se dieron las primeras señales de alarma. Primero, se cortaron las comunicaciones telefónicas. Luego el gas. Finalmente la luz. Mientras los "porteños de bien" gritaban consignas contra el gobierno (gobierno que en silencio se había traslado completo a la ciudad de La Plata), comenzaron a producirse los accidentes. La mierda no se detuvo en los cordones de la vereda. Su crecimiento fue exponencial y arrollador. Al principio cubrió las calles. Los autos circulantes se patinaban o salpicaban a quienes estaban en las veredas. Luego, la mierda siguió subiendo de nivel. La gente se patinaba en sus propios soretes y caía al suelo, de donde ya no podían levantarse pues no tenían cómo hacer pie. Los pocos que lograban ponerse nuevamente de pie, veían con horror como sus compañeros de manifestación desaparecían bajo una montaña de mierda que no dejaba de elevar su nivel a cada segundo. Cagados de miedo, muchos de los manifestantes trataban de huir de la ola de mierda que no cesaba de aumentar de tamaño y que iba convirtiéndose en una marea incontenible de desechos fecales sin control.


Al percibir lo que sucedía, los pocos automovilistas que aún circulaban en aquellos momentos por la calle trataron de huir de la ciudad. Sólo un puñado consiguió llegar hasta los límites de la Capital donde, con espantosa sorpresa, descubrieron que funcionarios de la Provincia de Buenos Aires habían levantado altísimas paredes de contención, hechas de un material especial antimierdacorrosivo. Prefectura Naval, ante el peligro de contaminación masiva del Río de la Plata, había hecho lo mismo a lo largo de toda la costa.


A las 12 y 15 nadie se explicaba porqué el nivel de la mierda seguía subiendo y subiendo si ya todos habían cagado hacía más de 2 horas. Algunas hipótesis sostienen que esto sucedió porque "era mucha la mierda que tenían guardada los porteños".


A las 12:45, el nivel de la mierda había trepado hasta cubrir 2 pisos completos de un edificio en Barrio Norte. A esa altura se desconocía la cifra de muertos y de taxis desaparecidos bajo la mierda. En la terraza del Hotel Presidente los políticos y empresarios peleaban a brazo partido por un lugar en uno de los dos helicópteros que consiguieron para escapar de allí.


A las 13:00, los únicos gritos que se escuchaban en la ciudad eran de pánico, terrror y cagazo. La ayuda gubernamental se implementó tan rápido como fue posible, pero fue totalmente insuficiente.


A las 13:21 se derrumbó el primer edificio. Sucedió en Belgrano R. La mierda se había comido los cimientos. A partir de ese momentos, los edificios comenzaron a venirse abajo como columnas de agua. A las 13:34, los pocos porteños que aún quedaban con vida, exigieron a los gritos ayuda al gobierno nacional. Helicópteros de Gendarmería, del Ejército y de la Fuerza Aérea rescataron a cuantos pudieron, pero no daban abasto ni estaban preparados para el nivel de catástrofe acontecido.


A las 13:47 cayó el último edificio que quedaba en pie en la ciudad.


A las 14:00 la presidenta dirigió un mensaje a todo el país. Las tareas de rescate prosiguieron por algunas horas más. Finalmente, a las 20:00 se dieron por terminadas. Era evidente que entre tanta mierda no quedaban sobrevivientes.


Nadie esperaba que algo así sucediera. El muro puesto por los gobiernos nacional y provincial, sólo apuntaba a que "no pasaran soretes de nuestro lado y no nos llegara el olor a full". Jamás habían imaginado que "no querer recibir la mierda de los porteños nos salvaría la vida", como declarara el gobernador de la Provincia de Buenos Aires.


Se buscaron explicaciones científicas, pero nada certero fue dicho. Según se declaró "el sistema estaba preparado para aguantar mucha mucha mierda. Pero esto fue el colmo". Se habló de "mierda rabiosa", una mezcla de "mierda con furia", como la causante de la catástrofe. El mundo se apresuró a enviar ayuda humanitaria en forma de millones de litros de lavandina "no vaya a ser cosa que se infecten los de afuera". Ante la posibilidad de que la mierda siguiera expandiéndose sin control, el presidente Barack Obama se ofreció gentilmente a "tirar un par de misiles nucleares por si acaso", oferta que fue rechazada, también gentilmente, por el gobierno nacional.


Finalmente, sin nada más que comer o destruir, el 30 de marzo la mierda terminó de autoconsumirse hasta la última molécula. Hoy, en lugar de la Capital Federal, queda un gigantesco espacio verde y un silencio sepulcral que recuerda, tristemente, el final de mierda que tuvo aquella ciudad.