"Hemos llegado hasta Cheremkova [1] con una fuerza compuesta de 12 hombres, en la tarde de hoy, 5 de Noviembre de 1886, para esclarecer los hechos sucedidos en ésta aldea, por orden de F. J. Golikov, comisario de la Tercera Sección del Ministerio del Interior Ruso para todo el valle del Río Angara.
Según relatan campesinos del lugar, la tarde del 25 de Octubre de 1886 llegaron a la aldea montados a caballo 12 hombres. A su cabeza se encontraba Pavel Rokkososvsky, criminal buscado en al menos otras 2 provincias rusas. Estaba acompañado por su lugarteniente, Nikolai Shtemenko, a quien los pobladores conocían por el apodo de "Lobo". También se encontraba con ellos el 3º en orden jerárquico, P. Nefedov [2] reconocido por los aldeanos por una cicatriz que le cruzaba el rostro desde el lóbulo frontal izquierdo, pasando por su ojo, su nariz y terminando debajo del ojo derecho, descripción que coincide con los registros que se tenían del Señor Nefedov. Los aldeanos declaran desconocer los nombres de los otros 9 hombres que acompañaban a Rokkososvsky. Los aldeanos conocían a Rokkososvsky y a su pandilla pues ésta llevaba tiempo asolándolos. Refieren que eran "salvajes, asesinos, bestias humanas" y otras expresiones del mismo tipo. Según estiman la fuerza de Rokkososvsky se elevaba hasta 30 hombres pero aclaran que aquella tarde eran solo 12.
Andrei Grechko, tendero, dijo: "Los conocíamos bien. Nosotros somos una aldea de pacíficos mineros y leñadores. Servimos a Su Majestad Alejandro III con devoción. Somos hombres religiosos". Katrina Suvorov, sobrina del alcalde local, dijo: "No tenemos armas". Sara Danilov, madre de 4 niños, dijo: "Vivimos en paz, siempre vivimos en paz. Trabajamos, ayudamos al monasterio. Sólo queremos vivir en paz". Vassili Baduchenko, leñador, dijo: "No sabíamos cómo defendernos". Irina Filipov, costurera, dijo: "Amamos a la Madre Patria. La Madre Patria debía protegernos".
Gregori Suvorov, alcalde local, refiere que luego de los hechos, se repartieron 18 caballos que pertenecían a los criminales ya mencionados, entre quienes más los necesitaban, a excepción de 2 de ellos, que fueron entregados al monasterio.
Luego de recibir la declaración espontánea de los aldeanos, el alcalde Suvorov junto a tres de sus colaboradores nos acompañaron hasta las afueras del pueblo. Allí encontramos a Rokkososvsky y 20 de sus hombres tendidos en la nieve. No había signos de corrupción en sus cuerpos, debido al intenso frío. Tenían todos orificios de bala, la gran mayoría de ellos en la frente, en la garganta o en los ojos aunque algunos también los tenían en el pecho. Solicité al alcalde Suvorov y a su colaboradores que consiguieran palas para enterrar a los muertos luego de confirmar que quien yacía allí era Rokkososvsky. Hice esto corroborando 3 datos que ya traíamos con nosotros:
1 - Rokkososvsky tenía dos dientes de oro, uno en la parte superior de la dentadura, al frente y hacia su izquierda. El otro en la parte inferior de la dentadura, al medio. El cadáver ante mí tenía esta característica.
2 - Al criminal Pavel Rokkososvsky le faltaba una falange del dedo anular de la mano derecha. El cadáver ante mí tenía esta característica.
3 - Rokkososvsky tenía una cicatriz en su hombro izquierdo, cerca de su cuello. El cadáver ante mi tenía esta característica.
Luego solicité al alcalde Suvorov que prestara ayuda en el entierro de los cuerpos y que señalara dónde debían ser enterrados. Esto motivó una reunión con el Consejo local, el cual tras una breve deliberación, indicó que el mejor lugar para enterrar los cuerpos era los Campos de Brionsk [3], sitio ubicado unos 1500 metros fuera del pueblo. 15 hombres se ofrecieron para la tarea. Varios aldeanos prestaron sus carros de cargar madera y carbón para llevar los cuerpos hasta el lugar donde serían enterrados. Algunos de ellos señalaron que sus carros eran tirados por los caballos de los muertos.
La tarea de enterrar los cadáveres no pudo terminar de realizarse aquel mismo día debido a que se hizo de noche. Yo y 8 de mis hombres fuimos ubicados en la posada local; los otros 3 en la casa de la señora Ludmila Shestopalov. Por la mañana los 15 hombres del pueblo que habían comenzado a cavar las tumbas el día anterior, acompañados de mi ayudante y otro de nuestros hombres, concluyeron la tarea de entierro. Solo dejaron como marca un palo de madera clavado en la tierra, cruzado por una tabla que decia "Rokkososvsky", indicando el lugar donde se encontraba enterrado el jefe de la pandilla. El sacerdote local dijo una pequeña oración que todos los hombres escucharon con respeto, según me declaró mi ayudante. Se dibujó un mapa señalando lo más exactamente posible la ubicación del improvisado camposanto, para fines ulteriores que no detallaremos aquí.
Ordené a 6 de mis hombres que patrullaran la aldea en grupos de a 2. No había razones para pensar que algo más pudiera suceder pero ópte por no correr riesgos.
El posadero ofreció su posada para que realizara el trabajo de recoger testimonios. La mencionada tarea comenzó a primera tarde, tras el almuerzo del segundo día de nuestra estadía en la aldea, 6 de Noviembre de 1886. Tomaron notas de lo dicho Igor Subolenko, agente de 1ª clase y "Sasha" Vitutin, agente de 2ª. Hizo las preguntas quien redacta éste informe, Capitán de la Policía del Zar, Vladimir Ilushenko.
Declaró Ivana Koulikov, esposa de Igor Koulikov, trabajador del correo local: "Vine a vivir a Cheremokhovo hace más de 15 años. Llegué con mi padre, Volodnya Yeremenko. Al poco tiempo contraje nupcias con Igor. Aquella tarde del tiroteo estaba en la calle pues necesitaba comprar unos hilos. Me crucé e intercambié unas palabras con el alcalde. Después me encontré con mi amiga Irina (Irina Filipov, costurera) [4]. Cuando Rokkososvsky y sus hombres entraron a la aldea por la calle principal, Irina me pidió que nos fuéramos de allí. Entramos en el comercio de telas y desde la puerta vi todo. Rokkososvsky, con "Lobo" a su lado, hizo una seña para que todos sus hombres se detuvieran. Detrás de ellos se colocó el hombre de la cicatriz en el rostro. Rokkososvsky dijo algo a "Lobo", quien lo repitió a los gritos para que toda la aldea lo escuchara. "Lobo" fue el primero en caer. Mi amiga Irina me tiró para atrás y al piso, alejándome de la puerta de la tienda de telas. Se escucharon varios disparos seguidos y caballos relinchando. Pude asomarme recién unos segundos más tarde cuando logré que Irina me soltara. Vi que varios caballos habían perdido a sus jinetes y que los hombres que quedaban montando luchaban por sacar sus armas para defenderse. Ninguno pudo hacerlo. Me pareció que todos cayeron muertos antes de poder disparar un solo tiro".
Declaró Andrei Grechko, de profesión tendero, 46 años de edad, esposa y 3 hijos: "Estaba en la vereda de mi comercio. Saludé al alcalde Suvorov al otro lado de la calle, quien me devolvió el saludo. El y yo somos buenos amigos. Nos conocemos desde la infancia. Vi cómo Suvorov se cruzaba con Ivana Koulikov, una buena clienta, e intercambiaban algunas palabras. Seguí barriendo la vereda. Entré nuevamente a la tienda. Al escuchar el ruido de tantos caballos juntos se despertó mi curiosidad. Salí a la vereda y vi a Ivana e Irina Danilov charlando en la vereda de enfrente. También vi a Rokkososvsky y sus hombres, que se detuvieron muy cerca de mi tienda. Unos momentos después escuché a "Lobo" gritar que venían a buscar su comida y que algunos de sus hombres deseaban pasar la noche acompañados de vodka y mujeres. Comenzó a decir algo más pero entonces vi como su cabeza estallaba y el caía de su caballo. Me tiré al piso y cubrí mi cabeza con mis brazos. No vi nada más hasta que los disparos se detuvieron. Me levanté y solo vi a varios caballos relinchando confundidos y muchos cuerpos tirados sobre la calle".
Declaró Gregori Suvorov, alcalde de la aldea, 50 años, viudo: "Estaba caminando cuando escuché que Grechko, el tendero de la aldea, me saludaba. Le devolví el saludo. Luego me encontré con la señora Koulikov, esposa de Igor Koulikov. Intercambiamos unas pocas palabras. Le pregunté hacia dónde se dirigía. Proseguí mi camino y unos segundos después me di vuelta al escuchar el sonido de varios caballos entrando al pueblo. Eran Rokkososvsky y sus hombres. Apuré el paso y unos metros más adelante me guarecí en la esquina de un edificio. Se detuvieron casi frente a la tienda de Grechko. Vi empalidecer al pobre hombre como si una tormenta de nieve hubiera caído sobre su rostro en aquel preciso instante. Luego sentí que "Lobo" decía algo, pero no entendí qué. Comenzaron los disparos. Creo que "Lobo" fue el primero en caer al piso. Busqué a quien disparaba pero no lo vi. Cuando volví la vista al grupo de Rokkososvsky, ya había varios cuerpos en el piso. El hombre de la cicatriz gritaba y daba órdenes en el instante en que una bala lo derribó de su montura. Seguí buscando a quién efectuaba esos disparos, pero no pude verlo. Solo llegué a observar una pequeña estela de humo a varios metros de donde estaba yo".
Nishka E. Katukov, médico local, 48 años, declaró: "Vi al menos a uno de los hombres de Rokkososvsky escapar con vida. No se porqué quien disparaba no lo mató. Creo que lo dejó escapar adrede. Cuando comenzó el tiroteo, me encontraba en mi consultorio en el piso superior de la tienda. Vi caer a "Lobo". Me pareció que un balazo le había atravesado la cabeza. Luego comprobé que esto era cierto al ver el cadáver: la bala le había entrado por un ojo. Vi caer a dos más de los hombres de Rokkososvsky. Entonces miré hacia el lugar de donde, creí, provenían los disparos. Creí ver la punta de un fusil pero no estoy seguro, aunque creo haber visto que de su boca, de la boca del que creí era el fusil, salían disparos. No vi quién lo sostenía, pero creo que estaba arrodillado o agachado, pues se veía que el fusil estaba muy cerca del piso. Luego bajé corriendo las escaleras. Cuando volvió el silencio y cesaron los disparos, me acerqué hasta los hombres de Rokkososvsky para ver si había alguno herido. No había ninguno. Estaban todos muertos. Solo salió vivo el jinete que el tirador dejó escapar. Le tomé el pulso a Rokkososvsky para confirmar que estuviera muerto. Lo estaba. Una bala le había entrado por la frente".
Declaró Vassili Ryabyshev, 16 años de edad, hijo de Marko e Ivana Ryabyshev: "Venía caminando hacia la tienda. Mi madre me envió a comprar algo...eh...no recuerdo qué...Mi madre siempre me manda a comprar algo. No me molesta. Vi que por el camino de entrada a la aldea venían Rokkososvsky y sus hombres. No me detuve. Tenía que ir a la tienda. Mi madre me había enviado a comprar...bueno... no recuerdo qué. Rokkososvsky y sus hombres se detuvieron justo delante de la tienda. Maldije y me maldije por haber maldecido. Me detuve a pensar si quería ir a la tienda. Ya no quería hacerlo, pero mi madre...ah...bueno, mi madre me había enviado a hacerlo. Vi que uno de los hombres de Rokkososvsky se adelantaba al resto y comenzaba a gritar algo. Escuché un disparo y lo vi caer. Rokkososvsky y sus hombres empezaron a gritar. Los disparos siguieron, fueron cayendo uno a uno. Vi como uno de los jinetes escapaba. El último en morir fue Rokkososvsky. Alcancé a ver de dónde provenían los disparos. El tirador estaba más adelante, hacia mi izquierda...esta es mi derecha...esta...si, hacia mi izquierda. No vi bien con qué disparaba. Su rostro... su rostro... creo que... su rostro parecía el de...el de un niño, señor. Si, creo que era un niño".
Tomamos declaración a 17 testigos más. Todos referían que los hechos habían sucedido más o menos como lo describieron los testigos cuyos testimonios transcribimos anteriormente. Nadie vió claramente al tirador, excepto a quien todos en la aldea sindican como "un borracho perdido, pobre hombre, sin un rublo en el bolsillo, que vive de la caridad de los aldeanos". Averiguaciones posteriores determinaron que el apellido de este hombre es Marachov, aunque él mismo no pudo decirnos cuál era su nombre de pila ni tampoco su edad. Por el estado de su piel, la falta de casi todos sus dientes, el color blanco de su pelo, inferí que rondaría los 55 años pero tal vez fuera más joven y estuviera en un estado de enorme decrepitud que me llevó a confundir su edad, aunque no es un dato que revista mayor importancia para la investigación llevada a cabo.
Marachov, 55 años, vagabundo, declaró, en evidente estado de ebriedad: "Estaba sentado en el callejón. Un samaritano me había dado dos hogazas de pan. Compartí una con mi perro. Tenía una botella de vodka conmigo. Siempre tengo una botella de vodka conmigo. Nunca me abandona el vodka... El vodka es el único amigo que nunca me abandona.... [5]. El primer disparó me despertó. Levanté la vista y lo vi, apoyado contra la pared. Disparaba como los mil infiernos. El diablo guiaba su mano. Tenía la velocidad de un ángel lanzándose sobre la tierra. ¡Por mil demonios!. ¡Nunca en mi vida de soldado vi a nadie disparar con tal certeza!. Cuando terminó la balacera, el maldito niño se dió vuelta y me sonrió, se acercó y me entregó una vaina vacía. ¡El maldito chiquillo no tenía más de 8 años!. Oh, criatura infernal. Sonrió nuevamente, me pidió un pedazo de pan, se lo comió y se fue corriendo cantando como un chiquillo que acaba de cometer una diablura. ¡Vaya diablura!".
El mencionado Marachov nos entregó la vaina que nombró durante su relato. El médico Katukov, luego de cotejarla con el cadáver de Rokkososvsky, concluyó que era la vaina de una de las balas que había matado a Rokkososvsky y sus hombres.
Consultados otros aldeanos sobre la posible existencia de aquel niño que Marachov describió para nosotros posteriormente lo mejor que pudo y ya algo recuperado de su borrachera, negaron conocerlo. Nadie en la aldea había visto jamás a un niño con esta descripción: pelo negro, repleto de rulos, pecas debajo de los ojos color azules o grises, pequeño de contextura, piel cobriza, le faltaba un diente delantero superior, orejas grandes y llevaba un colgante que parecía una gran moneda de oro con un agujero cuadrado en el centro. Ni la maestra ni el sacerdote del pueblo pudieron reconocerlo a partir de la descripción que brindó Marachov.
Según todos los testimonios recogidos hasta entonces, en el primer tiroteo habían muerto Rokkososvsky, Shtemenko, Nefedov y otros 8 hombres. Un jinete había escapado. ¿Cómo habían muerto los otros 10 hombres?. Cuando realizamos esta pregunta, el alcalde Suvorov pidió hablar en nombre de todos los aldeanos y declaró:
"Entendimos que el jinete que había escapado iría por sus compañeros que volverían a la aldea para vengarse por la muerte de Rokkososvsky y de los suyos. Entiéndanos...no tenemos armas... nunca las manejamos. Somos una aldea de gente pacífica. ¿Qué haríamos ante estas bestias?. ¿Qué podíamos hacer?. ¿Sentarnos mansamente como ovejas a esperar que nos mataran?. Nos llevamos a los muertos fuera del pueblo, tomamos todas sus armas, sus balas y las repartimos entre 19 de nuestros hombres. Luego simplemente nos sentamos a esperar a los hombres de Rokkososvsky que no imaginaban, tal vez ahogados por la idea de la venganza, tal vez soberbios porque se sabían bestias asesinas sin escrúpulos, escrúpulos que nosotros sí teníamos, que haríamos lo que finalmente hicimos: defendernos. No estamos orgullosos de lo que hicimos, pero lo hicimos. Los masacramos. Si. Lo hicimos sin piedad. Algunos de ellos lograron escapar. Tal vez, si hubiéramos podido, también los habríamos matado. Hicimos justicia. No sabemos quién mató a Rokkososvsky y sus primeros 10 jinetes. Marachov dice que fue un niño. Marachov está loco y borracho. Pero tal vez diga la verdad. Ya no importa, ¿o si?. ¿Van a juzgarnos por esto?. ¿Van a hacerlo?. Tendrán que juzgar a todo el pueblo y solo se salvará de ser condenado nuestro sacerdote".
Este fue el último testimonio que tomé. Recogimos las armas y las municiones que pertenecieron a Rokkososvsky y su banda y con las que fueron asesinados los secuaces de Rokkososvsky que volvieron al pueblo al día siguiente de la muerte de éste. Tres días después partimos hacia el pueblo de Tullun, a 3 días de viaje al norte de Cheremkhovo. El correo trajo noticias que allí habían matado a los 9 integrantes de la banda de Rokkososvsky que escaparon vivos de Cheremkhovo. Según contó el correo, varios testigos aseguraban que el tirador había sido un niño de pelo negro enrulado, tez cobriza, pecas debajos de los ojos color azules o grises, que tenía colgando de su pecho una moneda con un agujero cuadrado en el medio".
[1] En el documento original, el nombre de la aldea figura escrito una vez tal como aquí se transcribe
[2] Se desconoce su nombre. Solo se conoce su letra inicial
[3] Este nombre hace referencia a un sitio que ya no existe
[4] El nombre de Irina Filipov aparece en el informe original agregado a pie de página con una llamada
[5] El informe original tiene aquí otra llamada que dice lo siguiente: "Optamos por no transcribir la declaración completa del Señor Marachov pues estaba llena de vaguedades e imprecaciones que nada tenían que ver con el hecho investigado"